La autopsia ha descartado lo que todos temían: un error en la configuración de la inmersión o un mal funcionamiento del equipo. La posición en la que apareció el cuerpo estaba dando pistas sobre lo que le ocurrió a José Luís. Además de agarrado al ancla de la embarcación, a su lado tenía la boya de ascenso desplegada, dos aspectos que revelaban su disposición inmediata a iniciar el ascenso a superficie que nunca sucedió.
Esta pequeña boya se infla inyectándole aire de la propia botella a través del regulador por donde respira el buceador. Tiene una doble función: como cabo guía para conducirte directo hacia la superficie o para hacer ver al barquero la zona donde emergerás, justo lo que aparentemente se proponía José Luis. El fotógrafo se puso a inflar la boya y todo hace sospechar que fue en medio de esta maniobra cuando sufrió el infarto –así lo sugiere la autopsia– que precipitaría su muerte por ahogamiento.
Contando la parada de descompresión de seguridad y desde el inicio del ascenso, José Luis estaría a bordo de la lancha –patroneada por el barquero, César– en poco más de tres minutos, algo que jamás ocurrió por culpa de un infarto bajo el agua.
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